Asociación Galega de Educación para a Saúde
Día Internacional do Libro Infantil e Xuvenil 1999
No ano 2000 elaborounos Finlandia.
A ilustración é de Mika Launis.
O texto é de Hannele Huovi.
EL SECRETO ESTÁ EN EL
LIBRO,
EN EL LIBRO ESTÁ EL SECRETO.
Yo era muy curioso e
impaciente. Estaba sentado a los pies del Gran Anciano, escuchándole
cantar. Cuando cantaba, las piedras se volvían tan ligeras que
flotaban sobre el agua. Cuando cantaba, las islas navegaban por
las aguas del lago. Cuando cantaba, el cielo se llenaba de
estrellas. Cuando cantaba, lo que estaba arriba bajaba y lo que
estaba abajo subía.
¿Cuándo me convertiré en un mago de verdad? -le pregunté,
tironeándole el faldón de la capa de terciopelo.
Pronto -dijo el Gran Anciano, y siguió cantando.
El pelo de su gato empezó a centellear. Erizó la cola. Podía
ver algo que yo no veía.
¿Es por ser demasiado joven? -pregunté, curioso.
No -respondió el Gran Anciano, y siguió cantando.
Un pájaro explorador se posó en el hombro del mago y se acicaló
las plumas con el pico. Luego, ladeó la cabeza y me miró
fijamente con sus ojos de pájaro.
¿Es por ser bajito? -pregunté.
No. No depende de la estatura -dijo el Gran Anciano, que continuó
cantando. Su canto hizo estremecerse las copas de los árboles.
Hizo que el viento soplase con más fuerza, y pronto nos rodearon
silbidos y murmullos. El viento hizo caer las ramas secas. Los
violentos crujidos de los árboles me dieron miedo y agaché la
cabeza para mirarme los pies.
¿Tengo los dedos de los pies demasiado pequeños? -pregunté.
¿Cómo dices? -se extrañó el mago, lanzándome una mirada
sorprendida. Los árboles dejaron de murmurar.
Yo le enseñé las manos y los dedos de los pies.
¿Un mago tiene que tener las manos más grandes? -pregunté.
No -dijo el Gran Anciano, y sonrió ligeramente.
Tomé una flor de una mata y la olí. Esparcía un delicado
perfume.
¿Acaso un mago necesita una nariz mayor? -pregunté.
No -replicó el Gran Anciano. Tenía ganas de reir.
Yo era curioso e impaciente. No quería seguir esperando. Era
mago de nacimiento, pero me faltaba fuerza. No sabía cómo
adquirirla. Miraba el pelo centelleante del gato. Las piedras
encantadas por el mago flotaban en el aire. Decidí volver a
preguntar:
¿Cuándo seré un
? -volví a empezar.
El Gran Anciano se inclinó entonces para sacar un libro del saco.
Sonrió astutamente y me dijo:
El secreto está en libro, en el libro está el secreto.